El origen de la violencia

El origen de la violencia

El origen de la violencia

Cuando Lao Tse estaba a punto de morir, alguien le pidió que revelase algunos secretos de su vida. Lao Tse dijo:

¡El primer secreto es que nadie me ha vencido en toda mi vida!

Cuando los discípulos oyeron esto, se emocionaron mucho. Le dijeron:

-¡Nunca nos habías dicho esto! Nosotros también queremos vencer. Te rogamos que nos enseñes el modo de conseguirlo.

-Os habéis equivocado –respondió Lao Tse- Habéis oído otra cosa. Yo he dicho que nadie ha podido vencerme nunca, y vosotros decís que también vosotros queréis vencer. Las dos cosas son completamente opuestas, aunque parece que significan lo mismo. En el diccionario, en el mundo del lenguaje, tienen un mismo significado: la persona que no ha conocido la derrota es victoriosa. Yo sólo he dicho que nadie ha podido vencerme, y vosotros habláis de vencer. ¡Fuera de aquí! Jamás comprenderéis mis palabras.

Los discípulos le suplicaron:

-Aun así, te rogamos que nos lo expliques. Enséñanos cómo hacerlo. ¿Cómo es que nunca te han vencido?

Lao Tse dijo:

-Nadie me ha vencido porque yo siempre estaba vencido. No hay manera de vencer a un hombre vencido. Yo nunca fui vencido nunca quise la victoria. En realidad, nadie fue capaz de luchar conmigo. Si alguien pretendía desafiarme, ya me encontraba vencido, y no podría darse el gusto de vencerme. Lo que produce alegría es vencer al que quiere ser vencedor. ¿Qué gusto puede dar vencer al que ni siquiera quiere ganar?

En realidad, destruir el ego de otra persona nos produce placer porque así reforzamos el nuestro. Pero si un hombre ya se ha dado por vencido, ¿qué gusto puede dar destruir a esa persona? Nuestro ego no se emocionaría en absoluto. Cuanto más conseguimos derribar el ego del otro se convierte en la fuerza del nuestro. Pero el ego de esta persona de la que hablamos ya está derribado.

También dice Jesús: “Yo os digo que los últimos serán los primeros”. ¿Qué quiere decir esto?

Por ejemplo, Jesús dice: “Si alguien os da una bofetada en la mejilla derecha, presentadle la izquierda”. Esto significa que no le hagáis tomarse siquiera la molestia de buscaros la otra mejilla: hacedlo vosotros. Jesús dice: “Si alguien viene a vencerte, déjate vencer. Si te derriba una vez, cae tú dos veces”. Y Jesús dice: “Si un hombre te quita el manto, dale también tu camisa”. ¿Por qué? Porque es posible que al hombre le dé vergüenza quitarte también la camisa. Y Jesús dice: “Si alguien te pide que lleves a cuestas su carga una milla, al final de la milla ofrécete a llevarla más lejos”.

¿Qué significa esto? Significa que aceptando totalmente las circunstancias de la vida, tales como la inseguridad, el fracaso, la derrota y, al final, la muerte, las vencemos a todas. De lo contrario, estas circunstancias no nos conducen a ninguna parte, salvo a la muerte. En último extremo, la muerte es nuestra derrota total. Aun tras las derrotas mayores sobrevivimos; a pesar de estar derrotados, seguimos existiendo. Pero la muerte nos aniquila por completo.

La muerte es la derrota final, y todos queremos huir de ella. Y recordad también que la persona que intenta huir de su propia muerte procurará producir la muerte a otros. Cuanto más consigue matar a otros, más vivo se sentirá él. Por eso, la causa de toda la violencia del mundo es completamente diferente de la que suele creer la gente. La causa de esta violencia no son las diferencias de ideas de las personas; no, no es nada de esto.

En lo más hondo, esto es rehuir la muerte. En lo más hondo, la persona violenta huye de la muerte. Y el que quiere salvarse a sí mismo de la muerte nunca puede ser no violento. Sólo el que declara: “Acepto la muerte, pues la muerte es una de las circunstancias de la vida, es una realidad”, puede ser una persona no violenta.

Autor desconocido

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