Señales del realizador Era un domingo como a las 13 horas cuando terminó de impartir una sesión de Constelaciones Familiares y se dirigió ...
Señales del realizador
Era un domingo como a las 13 horas cuando terminó de impartir una sesión de Constelaciones Familiares y se dirigió hacia la cámara de video que dejó grabando y la apagó. Hizo el cierre de la sesión y un tiempo después les pidió a los participantes que le dieran sus testimonios del evento. Fue hacia la cámara de video e intentó encenderla. No pudo. Volvió a hacerlo algunas veces, revisó las conexiones, contactos y nada. Estaba muerta. Su cámara no reaccionó. Fue algo extraño. Nunca le había pasado algo así.
Al día siguiente la llevó al centro de servicio para que hicieran un diagnóstico; le dijeron que en cuatro o cinco días le daban respuesta. Como no llamaron, se comunicó con ellos y le dijeron que no habían logrado encenderla, que les hablara dentro de dos días. Así lo hice y le dijeron:
—Hay que cambiarle la fuente para hacer que encienda y poder ver qué le pasó, eso le cuesta como $2,000. Una vez que encienda le haríamos otro presupuesto para decirle lo que hay que hacerle.
“Ya está muerta —se dijo a mí mismo—, ya no hay nada que hacer”.
Le pareció extraño. Nunca me había pasado algo así con ninguna cámara. Sin embargo, recordó cuando hace varios años se le descomponía el coche, las impresoras, las grabadoras, etcétera, y se preguntó “¿Es una señal nuevamente? ¿Hay algo que debo saber?” Decidió verlo solamente por el aspecto de renovar el equipo y comprar uno más profesional.
El sábado siguiente por la mañana no llegó el maestro-líder de las sesiones de lecciones de cine a las que se inscribió, para aprender algo de ese negocio, pues tenía la idea de hacer una película de lo que vivió con Tutuli.
En una ocasión, meses atrás, no llegó uno de los conferencistas y se ofreció a realizar algunas dinámicas para los alumnos, el maestro aceptó, y cada semana iniciaba con algunos minutos donde les ponía algunos ejercicios o dinámicas.
Ese sábado inició la sesión con la dinámica de Pitching, como el maestro se lo había pedido ocho días antes. Fue una sesión poco común. Nunca había faltado él. Se organizó con los alumnos para terminar la clase y quedaron de verse el sábado siguiente, a reserva de averiguar qué había pasado con el maestro.
El domingo por la mañana estaba en el baño, dispuesto para darse una ducha, cuando entró, por debajo de la puerta, un grillo grande, muy grande, como de 5 cm, de color casi negro. Para él no era extraño que se aparecieran grillos en su habitación, en el pasillo y a veces en el baño; usualmente son chiquitos, de color verde o café verdoso, pero nunca se me había aparecido un grillo como el de esa mañana. Supuso que me traía un mensaje. Dudó en preguntarle al grillo qué le quería decir. Preferió no hacerlo.
Hacía tres días le habían comunicado la muerte de una colega de 33 años que acababa de morir por no seguir la dieta que le habían recomendado. En esos días tenía a un familiar en estado delicado y a otro familiar que le han hecho dos operaciones y tampoco estaban bien de salud. Se quedó pensando… decidió no preguntarle. No quizo averiguar en ese momento. Pensó: “Tal vez lo haga en un rato más”.
Pasaron como unas tres horas cuando le llegó un mensaje al celular anunciando la muerte de su maestro. No lo podía creer. Un frío recorrió su cuerpo. Las lágrimas de coraje e impotencia se apoderaron de su rostro. “¿Por qué así?”, se preguntaba y le preguntaba: “¿Por qué no te esperaste un poco más? ¿Por qué no quisiste ver mis planes de realizador?”
Al cabo de un tiempo, un poco repuesto de la impresión, averiguó dónde iba a estar y fue a verlo. Llegó a la funeraria, subió al primer piso y ahí estaba él, con una sonrisa grande, a todo color, poco usual en él. Aparecía en una fotografía que mostraba la entrada a la capilla. Estuvo ahí un tiempo hablando con él de los planes que tenía, de los planes que habían hablado y de los que todavía no le había contado. Le reclamé: “¿Por qué no te esperaste?”, pero él sabía la respuesta. Ya se lo han hecho otros maestros. “Solo yo tengo que ver por mí mismo. No hay nadie más”.- se dijo a si mismo.
En ese momento pensó y le dijo: “Hubiera traído mi cámara de video y la hubiera puesto sobre tu ataúd, para que te la llevaras”. Sus lágrimas volvieron a nublar su vista. Y le preguntó si quería que siguiera haciendo para...
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Este texto es parte de una novela posmoderna sobre la búsqueda del ser a través de señales mágicas.
Algunos relatos breves de la misma están en:
https://sites.google.com/view/anecdotario--silvano-leonardo/p%C3%A1gina-principal?authuser=0
He creado un grupo en FB para que puedas comentar estos textos que próximamente publicaré completos, en dicha novela:
https://www.facebook.com/groups/403338973920127
Recibe una cordial invitación para participar.
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