La caída

 La caída Llegó el día en que se dio cuenta que la caída era inevitable. Miraba sus fotos de diferentes épocas, y recordaba con nostalgia ép...

 La caída

Llegó el día en que se dio cuenta que la caída era inevitable. Miraba sus fotos de diferentes épocas, y recordaba con nostalgia épocas de gloria. Cuando ella era simplemente la única, la mejor. Toda su preparación, su esfuerzo, su dedicación y podríamos decir que su sacrificio le habían ayudado a llegar a donde llegó. Pero ahora, el tiempo hacía su presencia y sus efectos. Se ponía a ratos a comparar con otras caídas en diferentes épocas y partes del mundo.

Si nos vamos a tiempos remotos podríamos decir que la caída de la antigua Roma era inevitable: la crisis económica, la insolvencia del estado y los conflictos militares con los “pueblos barbaros” eran los detonadores para que eso sucediera. 

Muchos años antes, por ejemplo, en una famosa revista, avisaban acerca de la caída del muro de Berlín y cualquiera que estuviera atento lo sabría con tiempo de anticipación para poder tomar cualquier medida que fuera necesaria para su conveniencia. 

La caída de la Unión Soviética, si así se le puede llamar, a la desintegración de las estructuras políticas, para quienes estaban muy versados en el tema podrían asegurar que esa caída era inevitable. 

Eran otras caídas, pero ¿y la suya? 

Ya lo había leído tiempo atrás, la caída era inevitable. Solo es cuestión de poner atención a las revistas, periódicos y especialmente, ahora, a las redes sociales. En todos esos artículos que hablan sobre mujeres y lo que les toca vivir. 

¿Tendría que consultar con especialistas? ¿Tendría que realizar alguna operación, tal vez secreta? Y si hiciera esto último ¿Sobreviviría? A lo mejor exageraba. Pero ¿Sobreviviría al uso de los materiales que se emplearían por muy novedosos que fueran? ¿Sobreviviría a aguantar por años las molestias de mantener ciertas posturas para evitar daños mayores?

No era la única mujer que se había atrevido a eso. Pero si sabía de varias que fallecieron en el intento o por lo menos quedaron con partes destrozadas. Inutilizadas para la conquista, sobre todo para aquellas que tenían esa manera de ver la vida.

Tenía que tomar la decisión. Después, tal vez, sería demasiado tarde. ¿Cómo mantener su trayectoria de conquistas exitosas? ¿Cómo mantener su imagen gloriosa con cientos de miles de seguidores? ¿Qué tanto valdría asumir ese riesgo con tal de ganar una batalla que le permitiera estar unos años más en centro de los reflectores?

Para algunas, tal vez le dirían que era un paso que debería dar sin pensarlo siquiera. Para otras, dirían que salvaguardar su vida era lo más importante. Pero ¿Qué hacer si llevas toda una trayectoria de éxitos, gloria y fama? ¿Dejar todo eso de un momento para otro? ¿O dejar que las cosas caigan por su propio peso, como normalmente sucede?

Dejó de ver sus fotos de diferentes épocas y se paró frente al espejo. Empezó a desnudarse lentamente quitando cada prenda con cuidado y observando fijamente su figura, buscando rastros que le indicaran de esas heridas emocionales, reflejadas en su piel. Buscando los estragos del tiempo y de la ley de la gravedad.

Tomó aire, infló el pecho e irguió lo más posible su par de voluptuosas tetas, majestuosas todavía pero ya con evidencia clara de que su caída era inevitable.

Se puso una meta. Hoy decidiría si se las opera o no…

Pasaron unos segundos…

Intempestivamente tomó el cofrecito de metal donde guardaba sus alhajas y lo estrelló en el espejo. Una nube de astillas brillantes saltó enfrente de ella.

Enredó un pedazo de espejo con su blusa y acuchilló desesperadamente sus senos hasta que se desmayó sobre un charco de plasma espeso y rojizo. 

Autor; Silvano Leonardo

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