No hay que confundir las cosas con las palabras que las nombran. El psicólogo y lingüista estadounidense de origen polaco Alfred Korzybsky ...
No hay que confundir las cosas con las palabras que las nombran. El
psicólogo y lingüista estadounidense de origen polaco Alfred Korzybsky
(1879-1950), creador de la semántica no-aristotélica, dijo: «La palabra
perro no muerde» y «El mapa no es el territorio». Las palabras, no siendo
la realidad sino un espejo limitado de ella, no deben ser confundidas
con la Verdad, que es inefable y, por su infinita complejidad, impensable.
Los nombres, las definiciones y los mapas son sólo guías,
aproximaciones. Esta impotencia que tiene el lenguaje articulado de ser
una reproducción exacta de la vida, de manera consciente o inconsciente,
nos afecta, sembrando dudas y angustias. Quien más quien menos se da
cuenta de que la verdad es relativa y de que lo real se oculta bajo
incontables etiquetas. En cierta modo, a todos nos muerde la palabra
perro y todos habitamos en mapas, nunca en territorios verdaderos. La
televisión y los otros medios de comunicación, en manos de intereses
económicos y políticos, adulteran los acontecimientos. Una cosa es
buscar la imposible verdad, otra es buscar la autenticidad. La única
manera de encontrarla es despertando en nosotros la belleza esencial.
Los alquimistas medievales llamaron a la belleza «El resplandor de la
Verdad». La mayor parte de las enfermedades que nos aquejan proceden
de una falta de Conciencia. No hay ninguna diferencia entre la Conciencia
y la Belleza.
Para sobrevivir en un mundo que voluntariamente mantiene a sus
ciudadanos en un nivel infantil, es necesario introducir la belleza en
nuestro lenguaje, la cual repercutirá en nuestros sentimientos, deseos y
acciones cotidianas. El mejor medio para hacer esto es practicar la poesía.
No se trata de publicarla en libros y aspirar a aplausos y premios, sino
de escribirla en secreto.
En China, desde mucho antes de que surgiera el budismo, los
ciudadanos acostumbraban escribir un poema antes del momento de
morir. En el siglo V, un condenado a muerte escribió:
Cuando el filo desnudo se acerque a mi cabeza será como decapitar
viento de primavera.
Un monje que murió en el año 568 escribió antes de morir:
La luz del relámpago no brilla largo tiempo.
Aprendiendo cada noche a morir con delicadeza, renaceremos al
día siguiente para introducir la belleza en nuestra vida.
Del Libro Manual de Psicomagia de A. Jodorowsky
Aquí una poesía de un libro que publiqué cuando era joven
psicólogo y lingüista estadounidense de origen polaco Alfred Korzybsky
(1879-1950), creador de la semántica no-aristotélica, dijo: «La palabra
perro no muerde» y «El mapa no es el territorio». Las palabras, no siendo
la realidad sino un espejo limitado de ella, no deben ser confundidas
con la Verdad, que es inefable y, por su infinita complejidad, impensable.
Los nombres, las definiciones y los mapas son sólo guías,
aproximaciones. Esta impotencia que tiene el lenguaje articulado de ser
una reproducción exacta de la vida, de manera consciente o inconsciente,
nos afecta, sembrando dudas y angustias. Quien más quien menos se da
cuenta de que la verdad es relativa y de que lo real se oculta bajo
incontables etiquetas. En cierta modo, a todos nos muerde la palabra
perro y todos habitamos en mapas, nunca en territorios verdaderos. La
televisión y los otros medios de comunicación, en manos de intereses
económicos y políticos, adulteran los acontecimientos. Una cosa es
buscar la imposible verdad, otra es buscar la autenticidad. La única
manera de encontrarla es despertando en nosotros la belleza esencial.
Los alquimistas medievales llamaron a la belleza «El resplandor de la
Verdad». La mayor parte de las enfermedades que nos aquejan proceden
de una falta de Conciencia. No hay ninguna diferencia entre la Conciencia
y la Belleza.
Para sobrevivir en un mundo que voluntariamente mantiene a sus
ciudadanos en un nivel infantil, es necesario introducir la belleza en
nuestro lenguaje, la cual repercutirá en nuestros sentimientos, deseos y
acciones cotidianas. El mejor medio para hacer esto es practicar la poesía.
No se trata de publicarla en libros y aspirar a aplausos y premios, sino
de escribirla en secreto.
En China, desde mucho antes de que surgiera el budismo, los
ciudadanos acostumbraban escribir un poema antes del momento de
morir. En el siglo V, un condenado a muerte escribió:
Cuando el filo desnudo se acerque a mi cabeza será como decapitar
viento de primavera.
Un monje que murió en el año 568 escribió antes de morir:
La luz del relámpago no brilla largo tiempo.
Aprendiendo cada noche a morir con delicadeza, renaceremos al
día siguiente para introducir la belleza en nuestra vida.
Del Libro Manual de Psicomagia de A. Jodorowsky
Aquí una poesía de un libro que publiqué cuando era joven
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