enfermedades neuronales
Hoy por ejemplo y en todo el mundo occidental la depresión se ha convertido en una epidemia. (Aqui hay un post sobre este asunto y aqui otro)
En mi opinión se han investigado poco las causas de esta proliferación de casos, al menos muy poco desde la psiquiatría y lo que se ha hecho apela a una abstracta medicalización de la sociedad que en cualquier caso es el síntoma pero no la enfermedad. Los únicos profesionales que se han acercado al tema hablan de oídas y son los sociólogos, filósofos y pensadores en general que han abordado el tema de la postmodernidad como Lyotard, Baudrillard, Bauman y recientemente Byung Chun Han que es el autor del libro que preside este post, “La sociedad del cansancio” y del cual ya había hablado en otro post a propósito del declive de Eros que debe considerarse un libro derivado de esta “Sociedad del cansancio”.
Lo que es seguro es que los cambios sociales configuran un esquema mental distinto para cada época. Lo que Han propone es que las patologías de la primera era, que él llama la era inmunológica son bien distintas a las actuales que llama la era neuronal. Las enfermedades bacterianas y víricas son las más importantes en aquellos tiempos anteriores a los 70. Les llama inmunológicas porque el individuo se debatía entre lo extraño y lo conocido y utiliza el término inmunológico en un sentido extendido. las defensas inmunológicas se activaban ante la presencia de lo extraño, de lo desconocido y le atacaban precisamente por considerarlo algo negativo, algo que venia a perturbar el orden interno del individuo. La era actual, neuronal se caracteriza precisamente porque lo extraño ha sido sustituido por lo idéntico y el sistema inmunológico ha pasado a cobrar el paro: de hecho hoy es más difícil morirse de tifus que de emaciación anoréxica.
¿Si todo es idéntico para qué necesitamos un sistema inmune?
Las enfermedades neuronales se caracterizan por la carencia de negatividad, Una violencia que no es privativa sino exhaustiva y es inaccesible a una percepción inmediata. Al haberse extraviado el esquema adentro-afuera, lo propio-extraño, la violencia se hace sistémica, es decir es una violencia inmanente al sistema. Así tanto la depresión, como el TDH o el síndrome de fatiga crónica indican un exceso de positividad, e implica un sobrecalentamiento del Yo en la abundancia de lo idéntico. Una masificación de la positividad.
Foucault fue el que mejor describió aquella sociedad inmunológica de antes de los 70, para él en su “historia de la locura”, el mundo era una mezcla de hospitales, escuelas, cuarteles, cárceles y fábricas, es decir instituciones disciplinarias donde los sujetos estaban sometidos a una disciplina de arriba-abajo que sólo a través de la transgresión podía ser eludida. Era una sociedad de la negatividad, una sociedad del deber, de la obligación, el no-poder. Pero la desregulización que se llevó a cabo en Europa después de 1968 (recordemos la revolución de Mayo de Paris), una desregularización que afectó sobre todo a la obediencia y a la negatividad: de repente todo era posible, todo era bello y disponible solo con ejercer el impulso que otrora andaba escondido. Poco a poco se impuso la sociedad del rendimiento, el “Yes we can”, el poder del poder, el “si tu quieres puedes”, los proyectos personales, la iniciativa y la motivación personal reemplazan a la prohibición, la Ley, la autoridad y el mandato, cualquier deseo se encuentra legitimado siempre y cuando el deseo individual pueda ser insertado en una reivindicación de grupo supuestamente oprimido. Pues la opresión ya no es tolerable en una sociedad de rendimiento y auto-realización. Cualquier subjetividad es encajable en este sistema donde los argumentos de autoridad parecen haberse diluido como un azucarillo, incluso en los ambientes académicos. No es de extrañar que todo pueda ser cuestionado incluyendo a la propia psiquiatría, pues si ya no existe Dios (o autoridad) divinicemos al hombre, tal y como Nietzsche había predicho
A la sociedad disciplinaria corresponde la locura clásica y los criminales, a la sociedad del rendimiento corresponden los depresivos, y los fracasados. (Han dixit)
Es bueno recordar ahora que el paisaje que corresponde a la sociedad actual, no es ya el que Foucault describió, ahora existen gimnasios y restaurantes, botellones y el ocio juvenil, conciertos rock y cabalgatas gays. Toda la positividad del mundo parece haberse desplegado en esta época de opulencia donde el puritanismo de siempre ha encontrado otras máscaras en las que ocultarse. Ya lo había advertido el propio Foucault: “la positividad del poder es mucho más eficiente como medida de control que la negatividad del deber”.
Sin embargo el poder no anula el deber. Lo que significa que la sociedad del rendimiento coexiste con la sociedad disciplinaria y en el orden clínico: la esquizofrenia no ha desaparecido y coexiste con otras patologías emergentes como el cáncer y la alergia. Enfermedades de la primera era y de la segunda van de la mano, pues la disciplina y el rendimiento son compañeros inseparables en aquellos que son capaces de integrarlos como valores de una y otra época dando lugar a patologías nuevas como el perfeccionismo de unos que no es sino la otra cara de la moneda del fracaso de otros.
El sujeto de la sociedad del rendimiento es libre de un dominio externo que le obligue a trabajar o que le explote. Es dueño y soberano de sí mismo y su Deseo está en el altar que otrora ocupara el patrón, el maestro, el padre o el general, pero la supresión del dominio externo no conduce a la libertad, mas bien hace que libertad y coacción coincidan. El sujeto disciplinario solo podía ser libre cuando transgredía una regla pero el sujeto del rendimiento -hipnotizado por la auto-realización- solo es libre de maximizar su rendimiento, su perfomance, su exhibición, sus derechos o su reivindicación. El mismo es su propio explotador, una explotación que va acompañada de un sentimiento ilusorio de libertad que en la patología deviene alienación. Víctima y verdugo ya no pueden distinguirse y es por eso que en su esquema psíquico, diseñado para la defensa para lo extraño, solo puede aparecer el cansancio, el agotamiento, el vacío y la depresión y el invento de nuevas identidades que ejercen una atracción siniestra sobre los espectadores.
Se trata de una libertad paradójica y autoreferencial que se convierte en violencia que coexiste además y -gracias al exceso de estímulos con que los individuos son golpeados en aras de la información (aun la falsa) y el consumo- con el aburrimiento, la anomia y la falta de cualquier proyecto de futuro. Los individuos viven al día, como si el futuro no existiera, todo es fungible y ocasional.
En suma parece que este tránsito desde lo disciplinar hacia el rendimiento le ha sentado muy mal a nuestro cerebro y a nuestra civilización. Y no parece que el poder haya sido capaz de liberar al hombre, más bien parece que ha cambiado de amo, tal y como Foucault predijo.
Para terminar este post les prescribiré algo a aquellos lectores que hayan llegado hasta aquí: hay que hacer equilibrios entre el poder y el deber. Entre tener mucha positividad y mucha negatividad, entre lo idéntico y lo extraño. Mantenga siempre algo de negatividad en su vida si no quiere perecer en la sociedad del cansancio. No aspire a la excelencia sino a ser medianamente bueno en lo suyo y si no sabe qué es lo suyo no se olvide de advertir que el hombre no fue creado para trabajar, ni para ser demasiado útil a proyectos colectivos ni individuales. Cuídese y descanse, renuncie, póngase limites, confórmese con lo que es, pequeños objetivos realizables son mejores que los grandes o utópicos, pero si no los tiene no se preocupe: carecer de objetivos no es nada malo. Y recuerde que querer no es poder. Cada cual a lo suyo. Y no sea buenista, Dios no le recompensará por ello.
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https://pacotraver.wordpress.com/2018/01/29/la-sociedad-del-cansancio/
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